Hoy quisiera dejarles una breve reflexión respecto a las
relaciones de pareja. Puntualmente, respecto a la finalización de las mismas. Y
abro este pensamiento con una pregunta que me interroga frente a muchas
consultas que me realizan por este tema: HASTA CUANDO?
Lo que quiero plantear es que esa pregunta nos introduce en
el tema de los límites; los de cada pareja y los personales.
Cada pareja funda pactos que sostienen el intercambio común
y que, al mismo tiempo, indican un límite; hasta dónde se puede o no en función
del bien común, hasta donde llega el accionar o la libertad de cada uno, etc.
Luego están los límites personales. Hasta dónde, hasta
cuándo? Y esto es algo individual. Está marcado por nuestros deseos y por las
cosas que podemos “tolerar” sin que nos causen desamor, dolor, ira, etc.
Si bien todos sabemos que terminar una relación no es algo
sencillo, dilatar una decisión transforma todo en una lenta agonía haciendo
que, en lugar de amorosas, sean absolutamente doloras y perjudiciales.
Una y otra vez estucho en el consultorio la siguiente frase:
“con esto que pasó (o que me hizo) ya está! No quiero seguir. No lo soporto”. En
esta afirmación parece que la cosa estuviera clara y que la persona está
explicitando el límite personal al que llegó (ya está, no soporto). Pero como
creen que termina, muchas veces, el cuento?. Hay personas que siguen y siguen
como el perro que se muerde la cola, incapaces de decidirse a poner el punto
final. Y lo que no pueden es, naturalmente, interrogarse por el Hasta cuándo?.
Cuando los intercepto con el cuestionamiento lo que surge es un no saber qué
más debería pasar para que digan basta.
Los motivos son muchos: temor a quedarse solos, miedo de
lastimar a la otra persona, incapacidad de tolerar la frustración que genera el
aceptar que la relación no funcionó, negación, miedo y más miedo.
Y entonces todo se transforma en un límite que
permanentemente se corre; hasta parece que se deslizara hasta el infinito.
Una vez más, como frente a otros temas, tengo que cerrar esta
reflexión confrontándolos con la importancia de conocer cuáles son nuestros
límites (porque de ese modo sabremos que si los traspasamos es bastante
factible que suframos) y, por otro lado, que entendamos que todos tenemos
miedos y que frente a ellos hay 2 posibilidades: o dejamos que nos paralicen o
los atravesamos con confianza y valor.