En el día
de hoy, me interesaría que pensáramos en el tema de la pareja o el matrimonio.
Institución (ya esto suena ruidoso) antigua, si las hay. Tanto su antigüedad
como el hecho de que sea una “institución” (algo instituido) dan cuenta de lo
que tiene de construcción.
No quiero detenerme
o extenderme en un recorrido histórico del concepto, porque no es en eso en lo
que quiero enfocarme. Pero sí remarco que el ideal de pareja/matrimonio, si
bien ha ido mutando, existió, existe y existirá por los siglos de los siglos.
Lo
importante es que este ideal está construido y operando sobre nosotros nos
guste o no, seamos o no concientes.
Como el
matrimonio, como institución, viene un poco desprestigiado, toleramos que
alguien pueda no querer casarse legalmente o no creer en el matrimonio, etc.
Ahora bien, analicemos cuál es la reacción general cuando alguien dice “quiero
estar solo” o “no quiero estar en pareja”. Los más condescendientes dirán que
ya se le va a pasar; luego están los que interpretarán una fobia al compromiso;
y no faltarán los que intenten convencerlo teorizando sobre lo importante de
sentirse amados, lo hermoso del amor y todo slogan poético meloso que se les
ocurra.
Por qué
pasa esto? Porque el mandato dice que el hombre/mujer no debe estar solo. Dice,
también, que el amor es algo mágico y maravilloso (idealización!). Por tanto
quién no quiera eso que el mandato ordena… no está en su sano juicio!
¿Pueden ver
dónde está la trampa? ¿Esa persona que dice NO tiene una fobia/bloqueo por
ciertas vivencias afectivas traumáticas o simplemente no tiene el deseo de?.
¿Cómo se hace para sostener el deseo de no querer cuando todo indica que
deberíamos?.
Crease o
no, esta problemática atraviesa a muchas personas. La alienación en esos
mandatos es tal que hasta llegamos a pensar que no sabemos qué es lo que
realmente queremos. ¿Queremos o no queremos?. Aquí es donde hay que detenerse a
trabajar para que el deseo de cada uno salga a escena. Para ser dueños de una
decisión-elección que posiblemente nada tenga que ver con lo que “debería ser”
o lo que los demás esperan de nosotros.
Sacudirnos
y liberarnos de estas ataduras nos genera miedo, culpa, dudas…Pensamos mucho
más en lo que vamos a generar en los demás, si nos van a seguir queriendo o no,
como lo van a tomar o si se van a poner o no tristes… ¿Y si pensamos en
nosotros?¿Qué pasa con nosotros si seguimos a la letra esos mandatos?
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