El psicoanálisis, define a la idealización como el proceso psíquico en virtud del cual se llevan a la perfección las cualidades y el valor del objeto (léase persona o cosa). Este proceso se vincula con la construcción de nuestros ideales y del yo ideal. Por lo tanto entenderán que tiene una gran importancia en nuestra construcción mental.
Ahora bien, qué ocurre cuando quedamos fijados a este mecanismo y tendemos a idealizar en todos los planos?
Cuando idealizamos demasiado al objeto (aclaro, nuevamente, que cuando digo objeto puede ser una “cosa” o persona) y resulta ser tan perfecto e intachable, suele redundar en un empobrecimiento en nosotros mismos. Tendemos a sentirnos menos en comparación con algo tan magnánimo!. Digamos que nuestra autoestima puede verse menoscabada.
En lo que hace a las relaciones interpersonales (nuestro vínculo con los otros), la idealización genera que el objeto/persona esté como en un pedestal, ahí arriba. Desde ese lugar, nos mira. Siempre desde arriba nuestro y no a nuestro mismo nivel, a la par. También desde ese lugar podemos sentir que nos juzga.
Pensemos qué consecuencias puede tener esto, por ejemplo, en una relación de pareja. En lugar de pares, aparecen 2 personas en rangos distintos: uno poderoso, bello, perfecto, inteligente, capaz, etc y el otro... seguro que por debajo del anterior en la escala.
Si nos empobrecemos, tendemos a sentirnos incapaces de todo: de conseguir un trabajo, de ser amados, de ser buenos padres, de tener amigos, etc. En definitiva, el camino se nos puede tornar espinoso si no creemos que seremos capaces de enfrentar y atravesar los obstáculos. Esto también ocurre porque muchas veces idealizamos tanto las situaciones y las cosas de la vida cotidiana que luego resulta que no estamos a nivel de todo eso.
La gran trampa es que no existe nada ni nadie ideal o perfecto sobre esta tierra. Tampoco las situaciones resultan serlo. Todo empieza por lo que imaginamos. Por lo que ponemos de nuestra fantasía, a través de la idealización, en cosas que realmente tienen otras características.
Siempre todo puede ser aún mejor y mejor y mejor y así hasta el infinito. Qué quiero decir con esto? Que no hay lucha más ridícula porque es como si siempre nos corrieran la zanahoria. Y a la larga, nos cansamos hasta de hacer poco. Es como si trazara una escala:
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TODO NADA
El gran problema es que todo no se puede. Es un imposible. Somos imperfectos en esencia. La falta nos atraviesa. Carecemos, adolecemos y fallamos más de una vez. Nosotros y los demás.
Si todo no se puede qué nos queda? Nada? Y, si. A veces nos sentimos capaces de nada por nuestra autoestima empobrecida a causa, entre otras cosas, de ponernos objetivos imposibles y de idealizar demasiado las situaciones.
Sería interesante, para una próxima entrada, hablar de la dupla idealización - desilución. Algo de eso creo que se puede leer entre líneas en esto que escribí hoy. Digo: desilusión de nosotros mismos, de los demás y de las situaciones.
Hasta la próxima!
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