Este trastorno, también llamado crisis de pánico, es un tipo de ansiedad generalizada (Trastorno de ansiedad generalizada -TAG- según DSM IV).
La diferencia que se puede establecer con otros tipos de ansiedad es que los ataques de pánico se presentan inesperadamente, aparentemente sin causa alguna y frecuentemente causan incapacidad.
La ansiedad es un estado que se caracteriza por un incremento de las facultades perceptivas. La ansiedad no siempre es patológica o mala: es una emoción común, junto con el miedo, la ira, tristeza o felicidad, y tiene una función muy importante relacionada con la supervivencia.
Cuando hablamos de Trastorno de Ansiedad Generalizada estamos indicando que la experiencia de ansiedad que la persona experimenta, va más allá de los límites “normales”; de lo que una persona común, con ansiedad, puede sentir. Manifiestan preocupación excesiva y tensión permanentes, viven anticipando un gran desastre. Sin embargo, nada parece provocar este estado ni justificarlo. Inclusive, muchas personas tienen dificultad para localizar la raíz de la preocupación, como si fuera algo sin nombre. El simple hecho de pensar en pasar el día provoca ansiedad.
Durante el pico de crisis, en el ataque de pánico, la sensación es de ahogo, locura, parece que el corazón explota y que la muerte se acerca.
Algunos de los síntomas principales son:
- palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca
- sudoración
- temblores o sacudidas
- sensación de ahogo o falta de aliento
- sensación de atragantarse
- opresión o malestar torácico
- náuseas o molestias abdominales
- inestabilidad, mareo o desmayo
- desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo)
- miedo a perder el control o a perder la razón
- miedo a morir
- parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo) y
- escalofríos o sofocaciones
Desde ya que el diagnóstico contempla la coexistencia de varios de estos síntomas. Por otro lado, es necesario realizar un buen diagnóstico diferencial para descartar alguna patología orgánica.
En nuestro país, las estadísticas indican que entre el 3 % y el 5 % de la población está afectado por este cuadro.
Lo importante es que el trastorno tiene buen pronóstico: si se trata, la recuperación es rápida. En algunos casos es necesario tomar psicofármacos, pero la mayoría se resuelve con psicoterapias.
Algunas recomendaciones para quienes padecen este trastorno:
- Tenga presente que lo que siente no es más que la exageración de las reacciones normales al estrés. No le va a ocurrir nada malo ni hay peligro alguno en las sensaciones físicas que está sintiendo. Son sólo sensaciones.
- No se alarme ni piense que todo va a empeorar. No se sume ideas que le generen malestar. Cuando deje de pensar cosas alarmantes o angustiosas, vera que el temor comienza a desaparecer.
- Acepte lo que le ocurre. No luche contra él. Trate de relajarse. Deje que pase.
- Recuerde que lo principal es aprender a afrontar el miedo, no a evitarlo.
Una buena psicoterapia, lo ayudará a entender las causas de lo que le ocurre y a saber como afrontarlo.
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